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Reseña de «Los Dones»

Hace dos años, el 22 de enero de 2018, fallecía la escritora de ciencia ficción y fantasía Ursula K. Le Guin, con una carrera literaria de casi sesenta años y decenas de premios literarios a sus espaldas. Si bien esta escritora publicó su primera obra en 1959 y sus novelas iniciaron a muchos en la lectura e inspiraron a otros a escribir las suyas propias (J. K. Rowling, Neil Gaiman, Orson Scott Card, entre otros), yo nunca había oído hablar de ella, cosa imperdonable dado su curriculum. Si bien sus obras más reconocidas y populares son «Un mago de Terramar» (1968) y «La mano izquierda de la oscuridad» (1969), decidí empezar con una historia más reciente, y «Los dones» fue la elegida.

«Los dones» nos transporta a un mundo medieval, con un tinte similar al universo que se da en la película «Brave»: una historia que transcurre en una zona montañosa, las Tierras Altas, en la que habitan distintos pueblos enemistados, en un mundo en el que existe la magia (o al menos las habilidades sobrenaturales). La «magia» de este mundo, por expresar de alguna manera ese elemento fantástico, se manifiesta en forma de dones. Hay personas que pueden “llamar” a los animales, ejerciendo una especie de atracción en ellos. Hay personas que pueden provocar enfermedades, debilitando a sus enemigos. Hay personas que pueden deshacer las cosas, haciéndolas pedazos o marchitándolas. Y esos son solo algunos de los dones que se dan en las Tierras Altas.

Las Tierras Altas están formadas por una serie de regiones en mitad de una sierra de montañas, constituyendo un “mundo aparte” dada su casi incomunicación con el resto del mundo y la imagen que el resto de la sociedad tiene de sus gentes. Para la “gente normal”, las personas de las Tierras Altas son raros con poderes demoniacos que solo quieren saquear otras aldeas y usar sus poderes para hacer el mal.

Esta historia, que es la primera parte de la saga «Anales de la Costa Occidental», está contada en forma de ciclo: el libro empieza con nuestro protagonista, Orrec, y su amiga, Gry, contándole su historia a un viajero que ha subido a las Tierras Altas. Como se introdujo anteriormente, las Tierras Altas está visto como un terreno prohibido, salvaje y peligroso, pero sus gentes tratan con normalidad a los viajeros que se adentren en sus Tierras, ofreciéndole su hospitalidad. En las páginas de «Los dones», Orrec contará a este viajero que les ha pasado a él y a su comunidad en los últimos meses.

Como se adelanta en la sinopsis, las Tierras Altas están divididas en dominios, estando cada dominio controlado por una familia, y poseyendo cada familia un don. Aunque no se explica con estas palabras, la manifestación de un don (y su poder), tiene su origen en los genes de cada individuo, por lo que las distintas familias procuran que los matrimonios que se creen fortalezcan al menos el don de los descendientes. Al existir un trasfondo genético para justificar los dones, aparecen también situaciones características derivadas de este, como niños manifestando características de los abuelos o antepasados lejanos, niños de padres con un don pero sin don propio, hijos de padres con dones distintos manifestando uno de ellos, etc. Es curioso resaltar aquí que, en el primer libro al menos, no existe o no se habla de nadie con dones mixtos o dones “mutados”.

Volviendo a las familias, estas familias coexisten a través de un sistema de alianzas y colaboraciones. Si bien existen rivalidades muy tensas y familias que iniciarían guerra abierta entre ellas sin pensárselo, los dominios, en líneas generales, se toleran. La figura del Brantor en cada familia intenta asegurar ese estado de paz.

El Brantor es una especie de jefe de dominio, y suele ser el miembro de este con el don más poderoso dentro de cada familia. Orrec, nuestro protagonista, es hijo del Brantor de su dominio, Caspromant, mientras que Gry, su amiga, es hija del Brantor del suyo, Roddmant. Estos jefes de dominio se encargan de representar a sus tierras y de asegurar que las cosas funcionan correctamente.

Los Caspromant tienen el poder de deshacer, en términos de derretir: pudrir plantas y árboles, desmenuzar roca, deshacer el interior de un animal o persona, etc. Canoc, el padre de Orrec, es el Brantor de su dominio, y usa su temible don para proteger a los suyos y para indicar a otros lo que podría pasar si decidiese usar su poder para la guerra.

En lo que respecta al poder de su familia, Orrec tiene un problema: no sabe controlarlo. Durante muchos años, Orrec no mostró signos de tener un don propio. Su padre siempre había temido que su capricho de haberse casado con una mujer sin don de más allá de las Tierras Altas se hubiese convertido ahora en un castigo, al engendrar a un heredero sin poderes. Sin embargo, cuando una circunstancia se lo exige, Orrec manifiesta su Don de deshacer por primera vez en sus catorce años de vida con una fuerza y velocidad que superan a la de su padre. Lo normal es que los niños manifiesten su don en la infancia, y que este don, y su habilidad para controlarlo, crezca de forma natural con el tiempo. Por desgracia para Orrec, este ha alcanzado la pubertad sin saber usar su poder, sin sentir que lo tuviera, lo que ha dado lugar a lo que llaman un don salvaje. Cuando otras personas de las Tierras Altas usan su poder, saben que lo están usando. Sus mentes se aclaran, algo hace clic en su interior, «una cuerda se tensa» y el poder fluye. Sin embargo, Orrec no sabe cómo hacer salir su poder, ni como pararlo cuando empieza. Tratándose de un poder tan destructivo, Orrec no tiene nada que hacer salvo limitarse a si mismo. El clan Caspromant necesita de la vista para ejercer su poder, por lo que Orrec decide “cegarse” (vivir con una venda en los ojos todas las horas del día) para evitar hacer daño a nadie, decidiendo no quitársela hasta que no pueda controlar su poder.

Esta es la premisa sobre la que se construyen los hechos que ocurren en las Tierras Altas, en un momento de la historia con una gran tensión entre las distintas familias y con la tragedia aun caliente en el hogar de los Caspromant.

Aunque terminé este libro sin pena ni gloria, no me había dado cuenta, hasta que empecé a escribir esta reseña, de lo completo que es. Ursula nos presenta una comunidad mágica, con tensiones políticas, con unos poderes con una base genética, todo ello ubicado en un mundo mucho más grande de lo que la gente de las Tierras Altas piensa, como nos permite vislumbrar a través de la madre de Orrec, Melle, que es una extranjera. Al mismo tiempo, todos los personajes tienen problemas que no dejan vislumbrar al resto: Orrec carga con los problemas de su Don; Canoc (su padre) teme no ser capaz de dar la talla para mantener a raya a una familia enemiga, los Drum, y no haber sido capaz de producir un vástago lo suficientemente fuerte; Gry tiene un gran control sobre su don pero no quiere usarlo para atraer animales para cazar. En pocas palabras, me veo obligado a corregir mis propias opiniones iniciales de que el libro sabe a poco y no aporta demasiado, al contrario: Ursula nos ha presentado un mundo grande y complejo con muchas mecánicas subyacentes que ni siquiera ha tenido que mencionar explícitamente.

Si bien la primera pasada fue algo decepcionante, una pequeña reflexión sobre el libro me ha hecho cambiar de opinión, por lo que abordaré la lectura de «Voces», que parece ser una precuela, en cuanto termine «La Divina Comedia» y «Un mago de Terramar».



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José María García García | Uses Font-Awesome and Bootstrap | Icons made by Freepik from www.flaticon.com is licensed by CC 3.0 BY